Mi padre fue un ser muy cruel, no solo con su familia, sino con él mismo nada de amor propio, mucha violencia arraigada en lo más profundo de su ser, difícil de comprender, menos cuando era pequeña.

Un niño abandonado por su madre, hijo de campesinos, sin mucha educación, trabajador desde siempre, sin nada de amor en su interior.

Con el tiempo me convertí en mamá y se fueron dilucidando algunas pistas de ese ser que me vio crecer, pero que poco sabía de su verdadera historia. 

Al nacer mi hija, vi en él el amor que nunca se permitió darle a su familia porque no sabía cómo. Jamás se permitió tan solo esbozar una palabra de afecto para alguien, pero que sí lo había hecho hacia mi niña.

Comprender eso me hizo sentir una tremenda paz, sentir que no importaba que no fuera para mí, pero sí para ella. Creo que se cerró el ciclo de lucha que tenía de odio hacia él, porque me permití ver algo más grande que él y yo, me permití ver el AMOR con todas sus letras y hoy solo agradezco haber sido testigo de eso. El haber amado a mi hija fue como si lo hiciera hacia mí, por eso puedo decir que lo único que siento es gratitud; el milagro de amor todo lo sana y para mí ser testigo de ello hizo la sanación en mi interior.

Feliz día a cada uno, que a su manera nos muestra solo las fortalezas que llevamos dentro y que gracias al perdón podemos darles la vuelta a las interpretaciones, quedarnos solo con lo más bello. Tienes que decidirlo con el corazón, porque a eso venimos, a transformarnos a nosotros mismos. Permítete contarte otra historia y ver más allá del sufrimiento.

Para ti, A, donde quiera que te encuentres.

Con amor, Niah